Cualquiera que sea el conjunto religioso en que se presente, la función de las AGUAS es siempre la misma: la de desintegrar, abolir las formas, “lavar” los defectos de los hombres, purificando y regenerando al mismo tiempo. Las AGUAS no pueden superar su carácter virtual, de germen y latencia. Todo lo que es “forma”, se manifiesta por encima de las AGUAS, separado de ellas. Pero en el momento  en que se separa de las aguas y deja, por tanto, de ser virtual, la “forma” cae bajo la jurisdicción del tiempo y de la vida; adquiere límites, empieza a tener historia, participa del devenir universal, se corrompe y acabaría por vaciarse en su propia sustancia si no se regenerara por inmersiones periódicas en las aguas, si no repitiera el “DILUVIO”, seguido de la “COSMOGONÍA”. La finalidad de las LUSTRACIONES Y PURIFICACIONES rituales con AGUA, es actualizar en un instante “aquél tiempo”, IN ILLO TEMPORE, en que tuvo lugar la creación; son una repetición simbólica del nacimiento de los mundos o del “hombre nuevo”. Todo contacto con el AGUA, hecho con intención religiosa, resume los dos momentos fundamentales del ritmo cósmico: la reintegración en las aguas y la creación.