LA LUNA Y LA MUERTE
La luna es el primer muerto. Durante tres noches la luna desaparece del cielo; pero el cuarto día renace, y como ella, los muertos adquirirán un nuevo modo de existencia.

La muerte no es una extinción, sino una modificación –casi siempre provisional- del plano vital. El muerto participa de otro tipo de “vida”. Y como esa “vida en la muerte” está apoyada y avalada por la “historia” de la luna y (desde que el descubrimiento de la agricultura popularizó la correspondencia tierra-luna) por la de la tierra, los que mueren van a la luna o vuelven bajo tierra, a fin de regenerarse y asimilar las fuerzas necesarias para una nueva existencia. Esta es la razón por la que muchas divinidades lunares son a la vez ctónicas y funerarias.

Muchas son las creencias que hacen de la luna el país de los muertos. En algunos casos, solo los jefes políticos o religiosos tiene derecho al descanso POST MORTEM en la luna; Así lo creen, por ejemplo, los GUAYCURU, los polinesios de Tokelau, etc. Se trata de una concepción aristocrática heroica, que no concede inmortalidad más que a los privilegiados (soberanos) o a los iniciados (“hechiceros”).

Este viaje a la luna después de la muerte se ha conservado también en culturas avanzadas (India, Grecia, Irán) pero ellas han adquirido un nuevo valor. Para los indios, es el “camino de los manes”, y las almas descansan en la luna en espera de una nueva encarnación, a diferencia del camino del sol o “camino de los dioses” que siguen los iniciados, es decir, los que se han liberado de las ilusiones de la ignorancia.

En la tradición irania, las almas de los muertos cruzaban el puente Cinvat y subían después hacia las estrellas; si eran virtuosas, llegaban a la luna y después al sol; las más virtuosas penetraban incluso en el GAROTMAN, la luz infinita de AHURA MAZDA. Esta misma creencia se ha conservado en la gnosis maniquea y se ha conservado en Oriente.

El pitagorismo dio un nuevo impulso a la teología astral al popularizar la noción de empíreo uránico: los Campos Elíseos, donde descansaban los héroes y los césares, estaban situados en la luna, las “islas de los bienaventurados” y toda la geografía mítica de la muerte se proyecto sobre planos celestes, la luna, el sol y la vía láctea. En la cultura celta encontramos las islas situadas en el Oeste. Según las tradiciones de los pueblos del extremo occidental de Europa, más allá del Océano se encuentran las Islas del Paraíso, que son tierras habitadas por seres sobrenaturales donde están ausentes las penurias y las desgracias.