Vivimos tiempos donde el terror causado por las muertes de mujeres ejecutadas por sus parejas, nos deja tan sorprendidos e impotentes como aterrados.
Se habla de endurecer las penas legales contra los maltratadores; de educar a los niños en los colegios (decisión muy acertada). Se dispone de un número de teléfono para amparar a las víctimas, todo lo que sea necesario para parar esta barbarie.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuándo y dónde se produce esta “malformación” social?
Si no sabemos de donde venimos, no sabremos a donde vamos. Echemos un vistazo a la historia. (Tengo un mejor amigo que dice, que la política de ahora determinará la historia del futuro) Tiene toda la razón. Así que mirando al pasado vamos a encontrar de donde viene esta catástrofe social. Parece que el anhelo del hombre de hoy por los “orígenes” y lo “primordial” nos está llevando al final a un encuentro con la historia, por que el ser humano, es siempre un ser histórico.
Decir que la historia es independiente de la “historia sagrada del pueblo” es equivocarse. El hombre fue religioso desde el momento mismo en que empezó a pensar.
Hace unos dos millones de años, los paleantrópidos, vivieron de la caza, los frutos, las raíces, los moluscos etc… Recolectados por las mujeres y los niños, eran insuficientes para asegurar la supervivencia de la especie. La caza determinó la división del trabajo según el sexo, reforzando de esta manera el proceso de “hominización”, pues lo cierto es que tal diferencia no existe entre los carnívoros ni en el resto del mundo animal.
Según estudios antropológicos, paleontológicos, arqueológicos e históricos, hace 30.000 años, al menos, las sociedades en Europa eran MATRIARCALES. El descubrimiento de figuras femeninas correspondientes al último periodo glaciar, ha planteado una serie de problemas, cuya discusión todavía prosigue. En cuanto a su difusión, están muy repartidas, desde el suroeste de Francia hasta el lago Baikal, en Siberia, y desde el norte de Italia hasta el Rin. Son estatuillas de 5 a 25 centímetros de altura, talladas en piedra, en marfil o en hueso. Se les ha dado, con poca propiedad, el nombre de “Venus”; las más famosas son la de Lespuges, de Willendorf (Australia) y de Laussel (Dordoña). Las piezas más instructivas son las halladas en Gagarino y Mezina, en Ucrania. Provienen de niveles de habitación, por lo que parecen estar relacionadas con una religiosidad doméstica. Todo esto nos lleva a la comprensión de que existió un culto a lo Femenino Sagrado. Según palabras del antropólogo Mircea Eliade: “Toda manifestación de lo sagrado es importante. Todo rito, todo mito, toda creencia o figura divina refleja la experiencia de lo sagrado, y por ello mismo implica las nociones de ser, de significación y de verdad”.
Los hombres de aquellas sociedades veneraban al DIOS DE LOS ANIMALES SALVAJES. Creían que aquellos animales que les prodigaban la supervivencia, eran hermanos suyos (por la similitud de la sangre) Esto hacía que solo cazaran aquellas piezas que iban a comer. Por último ofrecían los huesos largos y el cráneo al “otro mundo” colgándolos en árboles o encima de colinas, con el fin de que volvieran a la vida. La caza eran un acto ritual, y su dios ayudaba tanto al cazador como a la bestia.
Durante la era paleolítica, los hombres viajaban, cazando presas cada vez más grandes. Las mujeres formaron comunidades para cuidar de los niños y para cultivar comida. Fueron las que desarrollaron la agricultura, y las primeras terratenientes. Echaron raíces en la tierra, junto con sus hijos y a su cultura tribal. Celebraron festivales relacionados con los ciclos del nacimiento, la lactancia, la muerte, el enterramiento, la fertilidad y los ciclos de la naturaleza. Las mujeres desarrollaron una sabiduría profunda en cuanto a las propiedades medicinales y curativas de las plantas. Se convirtieron en comadronas, sanadoras, sacerdotisas y juezas.
Las mujeres vivían con una elevada sensibilidad hacia los ritmos de la naturaleza, y, por supuesto, sus cuerpos. Desarrollaron tradiciones para honrar a su menstruación, escuchar a sus cuerpos y responder a sus necesidades. La cultura femenina se organizaba alrededor del ciclo sagrado de la mujer y los ciclos sagrados de la Madre Tierra y los de la Luna.
Los enterramientos encontrados en cuevas, tienen también un sentido religioso y de creencia en la “otra vida”. Las cuevas donde se efectuaban, representan el Gran Útero, y la postura fetal del difunto, con la cabeza hacia el oeste, es el símbolo que asegura el nacimiento en el otro lado.
Asimilaron a la Luna con lo FEMENINO, porque se mostraba en la noche (la oscuridad) al igual que el embarazo o el enterramiento.
Las palabras, mar, muerte, menstruación, madre, y mes, vienen del mismo principio, la Luna y sus ciclos)
Aquellas sociedades, iban enseñando a sus niños y niñas los valores sagrados, que se transmitían de generación en generación. La mujer era respetada y valorada como “dadora de vida” y el hombre como el responsable de lograr la supervivencia de la comuna.
En palabras del arqueólogo suizo J.J. Balchofen: “El matriarcado fue un vestigio de una época primitiva antes de la domesticación de los animales, cuando aún no se sabía que parte correspondía al macho en la procreación. La hembra era vista como única fuente de vida; el dominio de las diosas y las mujeres imperantes era consecuencia natural”.
En la época CELTA, (1000.000 años aproximadamente a.C.) La mujer tenía mucha relevancia en la sociedad. Citaremos a Plutarco (historiador romano) narrando una de sus historias: “Camma, Sacerdotisa hereditaria de la Diosa Brigantia (equivalente Celta de Artemisa), estaba casada con un jefe llamado Sinatos, asesinado por un tal Sinorix, que obligó a Camma a casarse con él. La ceremonia de boda incluía beber de una misma copa, así que Camma envenenó la copa, bebiendo ella primero de la copa y aceptando su propia muerte para obtener la del asesino”.
Parece ser que las mujeres celtas eran enviadas a menudo como embajadoras. También tomaban parte en las asambleas, utilizando el arma de la diplomacia. Eran además grandes guerreras (Entre las poderosas Reinas estaba, según fuentes Irlandesas, Macha Mong Ruadh (Macha del Pelo Rojo), hija de Aed Ruadh, que fue reina de Irlanda entre 377 y 331.
Innumerables son las constancias de que las MUJERES en la Prehistoria eran respetadas y tenían al menos, los mismos derechos que los hombres. Igual en las culturas Orientales como Occidentales.
… Pero ocurrió que, pasados los siglos, al final del periodo minoico, (1.700 años a.C. aproximadamente) invasores procedentes de Asia Central, fueron sustituyendo las instituciones matrilineales por las patrilineales y remodelaron o falsificaron los mitos (creencias) para justificar los cambios sociales. Luego vinieron los primeros filósofos griegos, que se oponían firmemente a la “magia (culto de la Naturaleza)” y al “mito zoológico” por que amenazaba a su nueva “recién inventada religión de la lógica”, y bajo esa influencia se elaboró un lenguaje racional (ahora llamado clásico) en honor de su patrono Apolo, (sustituto de la Musa o Diosa Madre) y se impuso en todo el mundo como la última palabra sobre la “iluminación espiritual”. Opinión que hasta ahora ha predominado en las escuelas y universidades europeas, donde ahora se estudian los MITOS (historia de los pueblos) como reliquias pintorescas de la era infantil de la humanidad.
La peor de las influencias sobre el desequilibrio producido por el PATRIARCADO y su consecuencia, corresponde a los JUDIOS, obsesionados con su dios único, enteramente masculino y celestial (alejado de la Tierra).
El propio rey David estabilizó la monarquía judía, persuadiendo a las SACERDOTISAS de la diosa Anatha (hasta entonces orgullosas gobernadoras de las tribus y los clanes) a contentarse con ingresar en su harén real. La repudia de la Diosa, a quien pertenecía originalmente la tierra de Palestina, les hace tropezar de continuo y los seduce a la locura. La apostasía de la Diosa, les daba al principio remordimientos, y el poeta Jeremias, que vivía en ese periodo, se refiere así a algunos: “Ahora volveremos a quemar incienso a la Reina del Cielo, y a derramar libaciones en su honor como hemos hecho antes y como hicieron nuestros padres, nuestros príncipes y reyes, en las ciudades de Judea y en las calles de Jerusalén, porque teníamos entonces comida en abundancia, salud y prosperidad. Pero desde que dejamos de adorarla, hemos vivido en una desesperación, consumidos por el hambre y la espada”
En el venerable templo de la Diosa en Hierápolis, en la costa siria del Alto Éufrates, una región en la que la leyenda bíblica vincula a los PATRIARCAS, se encuentra un dios Sol, que cabalga un toro y está casado con su madre, la diosa Luna, que cabalga un león y sostiene en la mano una serpiente. El templo estuvo atendido por mujeres oraculares.
Todas estas sociedades adoradoras del Dios y la Diosa como dadores de vida y armonía, se fue corrompiendo y no se detuvo hasta nuestros días.
Aquello fue sin duda una advertencia al hombre de que debía mantenerse en armonía con la familia de criaturas vivientes entre las cuales había nacido, mediante la obediencia a los deseos de las amas de casa (Matriarcas); Ahora es un recordatorio de que no ha tenido en cuenta la advertencia, ha trastornado la casa con sus caprichosos experimentos en la filosofía, la ciencia y la industria, y se ha arruinado así mismo y a su familia.
La “actual” es una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas del amor y el respeto a la Naturaleza. En la que los animales, antes venerados y respetados han pasado a ser útiles para matar en deportes, o para el circo. En la que el salmón y el buey sirven a las fábricas de conservas. En la que el toro es deshonrado en plazas públicas, torturado hasta la muerte, como mero divertimento. En la que el bosquecillo sagrado, es utilizado como aserradero. En la que la Luna es menospreciada como un apagado satélite de la Tierra y la mujer considerada como “personal auxiliar del Estado”. En la que el dinero puede comprar casi todo menos al espíritu del Poeta poseído por la verdad.
Creo sinceramente que el respeto a la mujer, tan demandado en esta sociedad, va de la mano del respeto a la Naturaleza (La Gran Madre) y a todo lo que ella es, los ríos, los océanos, los bosques, los animales… Y que solo se logrará cuando miremos a nuestro alrededor como lo que realmente es
, divino y sagrado.
No me queda más que decir. Mi falta de criterio me impide hacer cualquier sugerencia práctica. Solo me he atrevido a hacer una exposición histórica del problema.
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