El tiempo está medido y controlado con arreglo a las fases de la luna. Es un tiempo “vivo”. Nos referimos a una realidad biocósmica, a la lluvia o las mareas, a la siembra o al ciclo menstrual. La influencia de la luna en el tiempo lunar rige toda una seria de fenómenos en los “planos cósmicos” más diversos. El “Espíritu primitivo”, que conoce las “virtudes” de la luna, establece relaciones de simpatía o de equivalencia entre estas series de fenómenos. Así, por ejemplo, menos, aparece, en el momento en que se descubre la agricultura, un simbolismo que vincula entre sí a la luna, las aguas, la lluvia, la fecundidad de la mujer y la de los animales, y la vegetación, el destino del hombre después de la muerte y las ceremonias de iniciación.

El descubrimiento del ritmo lunar hizo posible esas síntesis mentales que ponen en relación y unifican realidades heterogéneas; Sí el hombre “primitivo” no hubiera intuido la ley de la variación periódica de la luna, no se hubieran descubierto esas simetrías de estructura ni esas analogías de funcionamiento.

La luna mide pero también unifica. Sus “fuerzas” o sus ritmos “reducen a un común denominador” una infinita serie de fenómenos y de significaciones.

El cosmos entero deja de ser un espacio infinito poblado de presencias heterogéneas y autónomas: dentro de él aparecen coordinaciones y equivalencias.

Claro está que todo esto no se debe a un análisis dialéctico de la realidad, sino a una intuición cada vez más profunda del conjunto.

Existen miles de comentarios colaterales –míticos o rituales- de la luna sin función determinada y en cierto modo especializada (por ejemplo, los seres míticos lunares con una sola mano o un solo pie, por cuya magia se puede hacer llover), pero no existe un solo símbolo, rito o mito lunar en el que no vayan implicados todos los valores selénicos revelados hasta ese momento.

En cualquier fragmento está presente el conjunto entero. La espiral, por ejemplo, cuyo simbolismo lunar era ya conocido en época glaciar, se refiere a las fases de la luna, pero incluye a la vez los rasgos eróticos derivados de la analogía vulva-concha, los acuáticos (luna = concha) y los de la fertilidad (doble voluta, cuernos, etc.)

Una perla llevada como amuleto por una mujer, la vincula a las virtudes acuáticas (concha), lunares (concha símbolo de la luna; creada por los rayos de la luna, etc.) eróticos, genésicos y embriológicos. Una planta medicinal reúne la triple eficacia de la luna, de las aguas y de la vegetación aun cuando el que la utilice no tenga conciencia clara más que de una de las tres virtudes. Cada una de esas virtudes o eficacias está a su vez sometida a un número considerable de “planos”. La vegetación por ejemplo implica las ideas de muerte y renacimiento, de la luz y oscuridad (consideradas como zonas cósmicas) de fecundidad y opulencia, etc. No existe ningún símbolo, emblema o eficacia, monovalente o aislado. “Todo depende de todo”, está vinculado y constituye un conjunto de estructura cósmica.