Todos los dioses decidieron buscarle para invitarle y así recuperar los placeres, pero, no le encontraron. Desesperado, el padre del dios de la Tormenta recurrió a la Gran Diosa. Esta le comunicó que su hijo se había enojado y por eso estaba todo seco. Le ordenó traer una abeja a la que dio instrucciones para que retomara la búsqueda.
La abeja encontró al dios buscado dormido en un bosque y lo despertó con la picadura de su aguijón. El dios enloqueció de ira y éste se vengó con una fuerte lluvia torrencial, acompañada de rayos y centellas contra los humanos. El resto de dioses, estupefactos, imploraron a la Gran Diosa, que era la única capaz de apaciguar al dios.
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LA ESENCIA DE LA DIVINIDAD
Los Dioses no son humanos. Es una afirmación necesaria dentro de la lógica. Por lo que parece, es difícil concebir la auténtica naturaleza de las divinidades, siendo muy común, que tratemos, de una manera u otra (muchas veces de forma inconsciente) de otorgarles rasgos humanizados, quizá porque así los sentimos más cercanos, más conocidos, más “en nuestro terreno”
Bajo esta percepción errónea se ocultan muchas causas: la seguridad y confianza que podemos sentir creyendo que los conocemos y los comprendemos, las ideas preconcebidas propias y también heredadas (mitología helénica y romana) o quizá la más común, la inexperiencia.
Tenemos que admitir, si acostumbramos a “humanizar” a los Dioses, que estamos equivocados. Es el primer paso para el aprendizaje.
Los Dioses no son espíritus que vagan por todas partes y que nos ven constantemente. Las divinidades tienen su propio hogar: unas habitan en montañas, otras en el inframundo, en los bosques, en los mares, en la bóveda del cielo, originando tormentas, huracanes, o cielos en paz y soleados. Y, es desde allí desde donde nos escuchan cuando requerimos su presencia y consejo… Y desde allí deciden si acudir, si manifestarse, si hablar, pero, no esperéis que os hablen con palabras. Los Dioses tienen un lenguaje muy primitivo y muy claro.
Los Dioses no están a nuestro servicio, sino nosotros al suyo. Tampoco llevan la cuenta de lo que hacemos (eso queda en nuestra conciencia) Puesto que la propia vida se encarga de ajustar “esas cuentas” y la “Ley de causa y consecuencia” actúa por si misma. No debemos temer castigo de las divinidades, ni tampoco esperar recompensas…
Los Dioses saben muy bien cuando actuar y como; unas veces nos agradará, las más de ellas nos supondrá una dura lección, que no dudarán en repetir si no aprendemos.
LA PRESENCIA DE UNA DIVINIDAD ES ABRUMADORA EN SENTIDO FÍSICO Y PSÍQUICO.
De ninguna manera es una oleada de amor y paz lo que se siente al estar cerca de un Dios, ni siquiera aunque éste mantenga una actitud pacífica, porque los Dioses contienen una energía que nuestra humanidad no puede soportar. El cuerpo, incluso, parece rechazar semejante fuerza energética y no es raro temblar ante la resistencia que nuestra propia naturaleza opone a la divina. Y esto no es malo, es el resultado lógico de enfrentarnos a unas fuerzas muy por encima de las nuestras, una fuerzas que desatan tormentas, que hacen brotar las plantas del suelo, que hacen que el sol reluzca… La piel se eriza, el corazón se acelera y las ganas de sollozar o gritar son frecuentes puesto que , incluso las emociones parecen dispararse. Nuestros sentidos se alteran… De repente las distancias parecen alargarse o acortarse en cuestión de segundos… Escuchamos los sonidos dentro y fuera de nosotros… y por supuesto, la noción del tiempo se pierde.
NO NOS ENGAÑEMOS, los Dioses son lo que son y podemos creer que los conocemos pero, no es hasta estar en presencia de uno de ellos que se comprende todo lo que son, toda la fuerza que tienen, la independencia de la que gozan al margen de nuestra existencia… A veces hablamos de las divinidades como si fueran nuestro padre o nuestra madre, y realmente su actitud con nosotros es muy parecida a la de unos padres: pueden ser tus mejores guías, tus mejores consejeros… pero, también serán quienes te hagan ver tus errores con mayor dureza y quienes te castiguen con la misma dureza.
LOS DIOSES PUEDEN GOLPEARTE Y SACUDIRTE
Provocarte sufrimiento… y acabarás agradeciéndoselo porque de Ellos aprenderán las lecciones más descarnadas y profundas, aquellas que verdaderamente te hagan comprender lo que son Ellos, lo que es la Vida y lo que es la Muerte, lo que eres Tú Mismo.
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