La antigua Gadir-fenicia, era un centro de amplia área socio-económica con sus propias características culturales situada en el extremo Occidente de la Península Ibérica, área hasta ahora conocida como el “Círculo del Estrecho”; también desarrolló de forma paralela un ambiente de cultura intelectual y literaria de tradición fenicia cuyo centro era Gadir y, más en concreto, el Herakleion (Templo de Hercules-Melkart-Erakles) gaditano, por lo que parece más adecuado denominarla “Circulo de Gadir”. La cultura fenicia llegada de Tiro a la antigua Turdetania, llego a ser una simbiosis tan poderosa que su cultura tendríamos que llamarla tartésico-fenicia. Es por ello que hoy repasaremos una leyenda que como todas ellas guardan una gran enseñanza. Se trata de “La leyenda de la reina Dido” Dido, la lelgendaria reina norteafricana de la ciudad de Cartago, era hija de Mutto, rey de la ciudad fenicia de Tiro. Su significado mitógico se debe a su trágico amor con Eneas, quien después de huir de Troya pasó un tiempo con ella en el norte de África. Dido tuvo que huir de su tierra después de que su hermano Pigmalión matase a su marido; huyó con su hermana Ana y un grupo de leales, acampó en la actual Túnez, en la costa del norte de África. Iarbas (Jarbas), un rey local, estaba dispuesto a venderle un trozo de tierra a condición de que no fuese más grande que la piel de un toro. La astuta Dido cortó en¬tonces la piel de un toro en pequeñas tiras y demarcó el lugar sobre el que quería fundar la ciudad de Cartago. Cuando la ciudad se hallaba en construcción llegó Eneas. Su barco se había alejado de su ruta debido a una tormenta sobre la costa de Italia. El apasionado ro¬mance que surgió entre ellos durante una cacería interrumpida por una tormenta que les obligó a refugiarse en una cueva, le hizo concebir esperanzas de que él se convirtiese en su marido. Eneas sentía lo mismo hacia ella, pero los dioses le recordaron que su destino estaba en Italia para fundar un nuevo reino. Eneas, temeroso de los dioses, obedeció y dejó a Dido que, ofendida y deshonrada, se encaramó a su pira funeraria y se apuñaló con la espada que le había regalado Eneas. Hay otra versión es la que aparece en la Eneida de Virgilio. Eneas llega a la costa de Cartago, Dido se enamora de él enseguida y Eneas la corresponde. Pasan un tiempo juntos, pero Eneas, que ha recibido de Júpiter la misión de fundar un nuevo pueblo en el Lacio, debe partir hacia su destino. Una noche, Eneas embarca con su gente y Dido corre a convencerlo de que permanezca a su lado, mas en vano. Le ve partir y ordena levantar una gigantesca pira, donde se disponen la espada del héroe, algunas ropas suyas que habían quedado en palacio y el tronco del árbol que custodiaba la entrada de la cueva donde se amaron por primera vez. Al amanecer subió a la pira y se hundió en el pecho la espada de Eneas. Tras su muerte, su hermana Ana, que había intentado disuadirla del suicidio, ordena a su vez prender la pira funeraria. Acerca de esta segunda versión, el poeta Ovidio dedicó una epístola en sus célebres Heroidas, la VII (carta de Dido a Eneas), donde la fundadora de Cartago manifiesta su intención de suicidarse ante la partida y traición de Eneas Durante los siglos I y II a.C. se produjeron diversas guerras entre los descendientes romanos de Eneas y los cartagineses de Dido. Esta dramática historia de amor fue recordada no sólo por Virgilio, sino por muchos artistas que se inspiraron en ella. Los generales romanos recordaban a sus soldados la trágica historia de la reina Dido, para aleccionarles sobre los peligros que hay en la pasión amorosa descontrolada.
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