Reina impetuosa y terrible del mar,
Tú que tienes las llaves de las cataratas del cielo
Y que encierras las aguas subterráneas
En las profundidades de la Tierra.

Rey del diluvio y las lluvias de la primavera,
Espíritu de las aguas torrenciales.
Tú que abres los manantiales de los río y de las fuentes.
Tú que conviertes la humedad en la sangre de la Tierra.
Tú que diriges la savia de las plantas
Te adoramos y te invocamos.

A nosotros que somos tus móviles e inestables criaturas,
Háblanos en medio de las grandes tempestades
Y temblaremos ante tu presencia.
Háblanos en el murmullo de las aguas límpidas
Y ansiaremos tu amor.

Oh, inmensidad en la cual van a perderse los ríos del ser
Que incesantemente renacen en ti.
Oh, océano de las perfecciones infinitas,
Culminación del amor profundo
Y que te remontas a las alturas.
Condúcenos a la verdadera vida
Por la inteligencia y el amor.
Llévanos a la inmortalidad por el sacrificio
Para que lleguemos a ser dignos de ofrecerte un día
El agua, la sangre y las lágrimas
Para el perdón de los errores.

¡Sálvanos! Así sea.